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E Nigel Dennis (1949-2013) James Valender

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E Nigel Dennis (1949-2013) James Valender
Nigel Dennis (1949-2013)
James Valender
E
l 16 de abril de 2013 murió en Escocia el hispanista británico Nigel Dennis, catedrático de la Universidad de St. Andrews. Su fallecimiento a los sesenta y tres
años fue un golpe fuerte e inesperado para los muchos colegas y amigos dentro y fuera de Gran Bretaña que lo admirábamos, y priva a los estudios sobre la cultura española moderna de uno de sus investigadores más prolíficos y originales.
Nacido en Londres, Dennis inició sus estudios universitarios en Cambridge en
1968. Terminada la licenciatura en Lenguas Modernas: español y francés (aunque nunca hacía alarde de ello, era un gran lingüista: dominaba la lengua francesa con la misma elegancia con que se expresaba en inglés o en español), se puso a preparar una
tesis doctoral sobre la obra de José Bergamín, un escritor a quien conoció entonces y
cuya obra —olvidada (o, en todo caso, sistemáticamente marginada) en España desde la guerra civil— habría de inspirarle muchas de sus investigaciones más importantes. Otra figura a la que conoció en los años setenta fue el pintor Ramón Gaya, con
quien igualmente le uniría una amistad muy larga y estrecha.
Después de doctorarse con una tesis titulada «Popularismo and barroquismo in the
work of José Bergamín», en 1976 Dennis comenzó a trabajar como profesor de español en la Universidad de Ottawa. Si bien los largos y duros inviernos canadienses pusieron a prueba sus considerables reservas de estoicismo, en la universidad misma
encontró un ambiente estimulante para el desarrollo de su carrera profesional. En 1986
apareció su libro José Bergamín. A critical introduction. 1920-1936 (Toronto, University
of Toronto Press). Más que un simple resumen descriptivo de la carrera de Bergamín
durante los años anteriores a la guerra civil, el estudio ofrece una aguda y penetrante lectura de la compleja personalidad literaria del autor. La monografía fue premiada por la Sociedad Canadiense de Hispanistas como el mejor estudio literario
publicado durante el periodo 1983-1987 y, junto con otros estudios paralelos del propio Dennis —su Aposento en el aire. Introducción a la poesía de José Bergamín (Valencia,
Pre-Textos, 1983), su Perfume and poison. A study of the relationship between José Bergamín
and Juan Ramón Jiménez (Kassel, Reichenberger, 1985), así como su edición de los Prólogos epilogales (Valencia, Pre-Textos, 1985)—, sentó las bases para una revaloración del
lugar que le corresponde a Bergamín en la historia literaria de aquellos años.
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Ahora bien, Dennis tenía muy presente que para poder proseguir con su trabajo
sobre Bergamín debía rendir cuentas de las actividades del escritor no sólo durante
la guerra civil, sino también, y sobre todo, durante los treinta años de exilio. Fue así
cómo, en el verano de 1987, hizo la primera de varias visitas a México con el fin de
documentar la polémica carrera de Bergamín en su primer destino como exiliado. Fui
testigo del ingente trabajo de investigación que llevó a cabo entonces y que le permitió documentar no sólo la obra literaria del propio Bergamín, sino también su papel
en dos iniciativas fundamentales en la historia del exilio español en México: la revista España peregrina (1940) y la editorial Séneca (1940-1946). Fue información que durante los siguientes veinticinco años iría estudiando en un sinfín de artículos puntuales;
seguramente uno de sus mayores remordimientos como investigador fue no haber tenido tiempo para reunir todo este trabajo en una sola monografía, tal y como esperaba (y confiaba) poder hacer.
El reconocimiento del que Dennis empezó a ser objeto por parte de sus colegas
llevó a que en Canadá fuera nombrado, primero, vicedecano y, más tarde, decano de
su Facultad en la Universidad de Ottawa. Fueron puestos que supusieron para él muchas y muy cansadas tareas burocráticas, pero que no parecen haber interrumpido el
sorprendente ritmo con que siguió publicando. Entre 1990 y 1992, Dennis fue nombrado presidente de la Asociación Canadiense de Hispanistas, mientras que de 1991
a 1995 dirigió la Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, una importante tribuna académica que el profesor Mario J. Valdés había lanzado con mucho éxito en 1976 y cuyo prestigio internacional Dennis —con su rigor como crítico, con su gran sentido
común, pero sobre todo con su insólito talento para conquistar la voluntad de hasta
el más reacio de sus colegas— ayudó mucho a fortalecer. El trabajo editorial, por cierto, no era un campo nuevo para él. Algunos años antes ya había colaborado con el
profesor José María Ruano de la Haza en otra iniciativa muy fructífera: el lanzamiento de una serie de «Ottawa Hispanic Studies».
A mediados de los años noventa, el expatriado inglés estaba ya tan plenamente
incorporado a la vida académica de Ottawa que su decisión en 1996 de mudarse a Escocia, a la universidad de St. Andrews, donde le ofrecieron la cátedra de Estudios Hispánicos, debió de sorprender y desconcertar a muchos de sus colegas en el Canadá.
En esta decisión seguramente pesaron razones de índole personal. Pero me parece
que entre las ventajas que este cambio supuso para Dennis había una que habría valorado especialmente, y era la posibilidad que le brindaba de viajar a España con mucha mayor facilidad que antes. (El asunto no es tan trivial como podría parecer a
primera vista, ya que su pasión por las cosas de España no era, desde luego, exclusivamente libresca.) En todo caso, instalado ya en Escocia, Dennis no tardó en establecer vínculos con los diversos grupos que en España ya abrían camino en el estudio de
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De izquierda a derecha: Pilar Nieva, Gregorio Torres Nebrera y Nigel Dennis, en la mesa redonda titulada «Manuel Altolaguirre y el teatro», celebrada en el marco del Congreso Internacional del
centenario de Manuel Altolaguirre (1905-1959). Residencia de Estudiantes, 7 de noviembre de 2005.
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la literatura del exilio: por ejemplo, con los directores del proyecto Epístol@, promovido en Madrid por la Residencia de Estudiantes; con los directores de la «Biblioteca del exilio», un notable esfuerzo, respaldado por la editorial Renacimiento, de
Sevilla, y por Ediciós do Castro, de La Coruña, por difundir la obra literaria de los exiliados entre el actual público español; y también, y sobre todo, con el Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL), dirigido desde la Universidad Autónoma de
Barcelona por el profesor Manuel Aznar Soler.
En Escocia, Dennis también siguió publicando con gran regularidad. Pero, bombardeado como estaba por invitaciones a participar en un sinfín de proyectos diferentes, me parece que hacia el final de su vida se fue dando cuenta de cómo su éxito
personal y profesional lo estaba llevando a dispersar sus esfuerzos como investigador.
Cuando lo vi por última vez en México, me habló de su deseo de poner un poco de
orden en sus trabajos, de acabar por fin varios proyectos iniciados mucho tiempo antes, como el libro sobre Bergamín en México, como la edición de la correspondencia
entre Bergamín y Pedro Salinas, como la edición de El triunfo de las Germanías, una
obra de teatro escrita conjuntamente por Manuel Altolaguirre y por Bergamín y escenificada por ellos en plena guerra civil… Por fortuna, sí logró cerrar algunos de los
proyectos que más le importaban: por ejemplo, la nueva edición de la Obra completa
(Valencia, Pre-Textos, 2010) de Ramón Gaya, preparada en colaboración con Isabel
Verdejo; el libro de ensayos suyos titulado Ramón Gaya. El taller de la soledad (Murcia,
Museo Ramón Gaya, 2010); su edición para la Fundación José Antonio de Castro de
un tomo de las Obras (2011) de Ramón Gómez de la Serna; su edición del primer tomo (de los dos contemplados) de las Poesías completas (Valencia, Pre-Textos, 2008) de
Bergamín; y también un libro que recogía sus ensayos sobre momentos muy diversos
en la correspondencia del mismo autor, José Bergamín en sus cartas (Málaga, Centro Cultural de la Generación del 27, 2012). Son publicaciones que reflejan toda una vida de
dedicación a estas figuras señeras de las letras españolas. Ver estas obras en mis estanterías casi mitiga la tristeza que en cambio experimento al pensar en los numerosos proyectos suyos que permanecerán ya para siempre inconclusos.
Comencé esta nota haciendo referencia a la originalidad de Dennis como investigador. ¿Qué fue lo que lo singularizó entre los hispanistas dedicados al estudio de la
cultura española moderna? Me parece que, en primer lugar, cabría destacar su posición teórica ante la literatura que analizaba (si es que cabe llamarla así). Mientras que
es cierto que la mayoría de sus trabajos corresponden a un deseo de contribuir a cambiar la historia cultural de la España del siglo XX, Dennis nunca aceptó las premisas
reivindicadas por los paladines de los omnipresentes cultural studies, que nos exhortan a relegar toda obra de arte (sea literaria, pictórica o musical) a un mero dato sociológico, sintomático a su vez de tal o cual actitud ideológica. Dennis tomaba muy en
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cuenta, eso sí, la historia política y social al acercarse a la obra de los autores que estudiaba (incluso en el caso de una figura como Gaya, tantas veces tachado —falsamente— de apolítico). Reconocía la presión que la historia colectiva ejerce sobre la
conciencia de cada creador, pero al mismo tiempo insistía en reconocer, y en hacer
respetar, el margen de independencia que todo verdadero creador reivindica para sí
y que constituye el sine qua non de toda auténtica obra de creación.
Por lo mismo, si bien reconocía el peso de la historia en la conformación de una
obra de arte, Dennis creía que la verdad ética y estética encapsulada en la obra finalmente correspondía a un orden de experiencia muy distinto del que rige en la plaza
pública. Es un tema que lo ocupó, por cierto, en una conversación que sostuvo con
George Steiner y que publicó en Revista de Occidente en mayo de 1982. Preguntado por
Dennis si cabía hablar de una función o de un deber moral del arte, Steiner contestó
lo siguiente:
Para mí, el fenómeno más espantoso de nuestra política e inhumanidad actuales es
la búsqueda de respuestas excesivamente sencillas, unilaterales. La búsqueda de la verdad es una actividad sumamente incómoda, quizá incluso patológica. Decir de una
cosa «sí y no…» o «sí, pero…» me parece la función suprema del arte. En ese sentido, el arte es la gran dialéctica moral. No puedo concebir ninguna declaración política, ni compromiso ideológico, que pueda aprobar completamente sin decir: «hay
otro aspecto del problema, quizá hasta un contrario vital».
A juzgar por su manera de trabajar como investigador, el propio Dennis habría
perseguido esta misma difícil verdad defendida por Steiner. Y de ahí su pasión, desde
luego, por Bergamín, un escritor que en cualquier discusión buscaba abrazar los extremos más opuestos en un esfuerzo por forjar entre ambos una verdad de orden superior. «Soy un marxista hasta la muerte —dicen que decía, por ejemplo, este creyente
católico—, pero sólo hasta la muerte.»
Un trabajo del que Dennis estaba especialmente orgulloso fue su edición de la correspondencia de Manuel de Falla con el musicólogo inglés J. B. Trend: Epistolario
(1919-1935) (Granada, Universidad de Granada / Archivo Manuel de Falla, 2007). Sobre Trend y la Residencia de Estudiantes, Dennis también publicó un notable artículo en un número reciente del BILE, mientras que en los últimos meses de su vida, ya
muy enfermo, ayudó a Margaret Joan Anstee a preparar su hermosa biografía del catedrático de Cambridge (An unlikeley Spanish Don. The life and times of Professor John Brande Trend, Eastbourne, Sussex Academic Press, 2013). Menciono este interés suyo por
el musicólogo, porque, como Trend, Dennis fue algo más que un simple hispanista.
No porque considerara que el hispanismo fuese una actividad de la que avergonzarse,
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sino simple y sencillamente porque, sin renunciar a su rigor como crítico, era capaz
de enfocar la cultura española desde la sensibilidad, no de un universitario, sino de
un poeta o de un escritor. Y esto, desde luego, lo colocaba en una categoría aparte.
En última instancia, Dennis escribía, no para ejemplificar una teoría, ni tampoco para zanjar una discusión ideológica, sino simplemente con la esperanza de encaminar
al lector hacia una experiencia estética que consideraba digna de ser conocida y gozada. Es una triste señal de nuestra decadencia actual el que una actitud parecida ocupe hoy en día un lugar más que marginal en el mundo de los estudios literarios
Como catedrático que era, Dennis tuvo que tratar diariamente con colegas saturados de teorías que, entre otros grandes logros, han conseguido que la Literatura no
figure ya en los programas de estudios de muchas universidades. Nunca se creyó superior a nadie, pero sí defendió su propia independencia, su derecho a trabajar como le parecía mejor, confiado en que sus escritos —justamente por resaltar las ricas
contradicciones tanto de las grandes obras literarias como de la historia en la que se
inscriben— tendrían algo de interés perenne que ofrecer a las futuras generaciones
de lectores. Al hacerlo ha dejado un ejemplo de inteligencia y de integridad que brilla con luz propia frente al horizonte gris al que los excesos de la teoría moderna nos
van condenando.
James Valender*
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Dirección para correspondencia: [email protected]
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